martes, 2 de julio de 2024

Mientras Aún Suene la Música



Probablemente, una de las primeras cosas que aprendí en mi infancia fue a disociarme de la realidad, y por eso no recuerdo gran parte de ella. 

Mi mente se desconectaba cada vez que no podía enfrentarla, cada vez que no podía soportar el impacto del miedo. Usaba la disociación como una manera de protegerme, de escapar mentalmente cuando físicamente no era posible. De ese modo, bloqueaba las sensaciones físicas y emocionales, adormeciendo el asco y la inmensa repugnancia que me provocaba sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, apretando con furia y fuerza mis no desarrollados pechos de niña, su cuerpo de adulto frotándose contra mi diminuto cuerpo, sus gemidos en mi oído, su lengua babosa en mi boca.

Tenía solo 5 años cuando sucedió por primera vez. Ni siquiera comprendía lo que ocurría, pero sentía que era algo malo, como si yo fuera la única responsable de aquello y que debía sentir culpa y vergüenza. Él era un pariente cercano, un adulto que gozaba de la absoluta confianza del núcleo familiar, alguien de quien jamás se sospecharía. 

En mi mente estaban grabadas dos versiones de él: la del hombre sonriente que todos adoraban y la del monstruo que me encerraba en aquella habitación para torturarme, arrancarme la ropa y agredirme, una versión que solo yo conocía. Mi mente no podía soportar tan cruel realidad y, para protegerme, se esforzó por separar lo "bueno" de lo "malo" para seguir adelante. Así, ignoraba la versión del monstruo que solo yo veía para mantener la versión "buena" que todos admiraban, así fue cómo comencé a desarrollar disonancia cognitiva.

Era frecuente ver las dos versiones del monstruo, su facilidad para mutar de una versión a otra me generaba una profunda confusión. ¿Cómo era posible que esa persona adorable a la que todos querían pudiera convertirse en ese monstruo cuando no había nadie más? ¿Qué era eso tan terrible que yo hacía o tenía que lo transformaba?

Él sabía que yo era una presa fácil e indefensa, tan impactada y traumatizada que jamás me arriesgaría a delatarle, incluso cuando las violaciones se sucedían con tanta frecuencia y a lo largo de los años que perdí la cuenta de cuantas fueron.

Aquel ser me robó la infancia. Yo no era más que una niña que apenas sabía nada de la vida, y ya me odiaba a mí misma, sintiéndome la única culpable de que me agrediera. Aún no había experimentado vínculos de amistad o amor, pero ya conocía la vergüenza, el asco y la culpa simplemente por existir,  no entendía cómo alguien tan "bueno" para los demás podía transformarse en esa especie de depredador cruel cuando no había nadie más alrededor.

Con los años, desarrollé mejores formas de disociación. No me llevaba más de un segundo huir de la realidad, dejar de sentir y no ser consciente. Mi mente había perfeccionado esa habilidad con tal eficacia que, cuando todo terminaba, parecía que ni siquiera quedaban recuerdos traumatizantes que me mortificaran. Era como si las violaciones no pudieran dejar ningún rastro, como si no hubieran sucedido. Pero existían, como también aquellos recuerdos, aunque lograba que se mantuvieran ocultos en alguna parte de mi cerebro.

Aquellas agresiones me provocaron no solo un trastorno disociativo que hasta el día de hoy me ha dejado una profunda amnesia y dificultades para recordar gran parte de mi infancia y adolescencia. También me generaron dificultades para relacionarme con los demás niños. Debido a mis problemas de autoestima, crecí con la idea de que era diferente y de menor valor que el resto. De hecho, fui blanco perfecto de bullying porque era incapaz de reaccionar cuando alguien me agredía o maltrataba. Me solía quedar quieta hasta que todo pasaba, ya fueran insultos, mofas o agresiones. Mi mente se disociaba para evitar el sufrimiento.

La soledad y el aislamiento eran lo único que parecía funcionar mientras el mundo giraba y nadie parecía percatarse de mi martirio.

¿Por qué no conté nada a mis padres? ¿Por qué no busqué ayuda? Era una niña que no comprendía lo que me sucedía. El monstruo era alguien que gozaba de la confianza de la familia, alguien mucho mayor que yo que actuaba de forma diferente cuando no estaba a solas conmigo. Yo interpretaba todo aquello como algo malo en mí y me odiaba por ello. Sentía asco, repugnancia, vergüenza y culpa. ¿Cómo podía contarle a mis padres lo que pasaba sin que me vieran responsable? ¿Y si por ello dejaban de quererme? Esa era la pregunta que me hacía creer que mantener el silencio era lo único que podía hacer.

Con el paso del tiempo, mi situación empeoró. El monstruo decidió revelar a otra persona lo que me hacía, como una terrible invitación para que esta también abusara de mí. Y así fue.

Aquel otro individuo no era un familiar, pero tampoco era un desconocido. Conocía a mi familia y yo solía pasar tiempo con su hermana de vez en cuando. Incluso él nos visitaba algunas veces. Por eso, no sospeché de sus intenciones cuando me llamó desde su garaje, que la familia usaba como entrada principal a su casa. Lo que sucedió después de entrar ahí fue que me derribó de una bofetada, obligándome a caer al suelo, y luego se echó encima de mí. Él era mucho más despiadado y gozaba de ejercer su crueldad, hablándome al oído todo tipo de amenazas e insultos mientras me violaba, disfrutaba infligiendo aún más dolor, y cuando gritaba, cuando lloraba. Yo solo tenía 8 años...

No sé cuanto tiempo duró aquello, en algún momento de aquel tormento, se abrió la puerta del exterior y alguien entró. Era la abuela del violador. La señora echó un vistazo al suelo, donde él me tenía presa mientras me forzaba. Hizo contacto visual conmigo, viendo mi súplica por ayuda y el terror en mi cara. A continuación, salió del lugar cerrando la puerta tras de sí, sin inmutarse, como si nada hubiera pasado. La señora no hizo nada, ni siquiera una mueca de desaprobación. Aquella escena no le resultaba extraña, sino algo normal. Por suerte, la interferencia de su abuela le despistó brevemente, lo suficiente como para poder zafarme de su presa y escapar, aún con las braguitas bajadas y a medio vestir.

Otros tres individuos lo intentaron también, como una oleada de agresores que se sentían autorizados a actuar al saber de otros abusos. Pero afortunadamente logré huir justo a tiempo. El último de ellos, sin embargo, estaba decidido a no fallar y trató de asfixiarme tapando mi boca y mi nariz con su enorme mano mientras con la otra intentaba derribarme al suelo. Y como por intercesión divina, cuando sentía la falta de oxígeno, mi rodilla se elevó, golpeándolo en la entrepierna y de ese modo logré escapar.

Sufrí agresiones hasta aproximadamente los 12 años de edad, cuando los dos monstruos parecían haber cambiado de rumbo, olvidándose de mí pero eso no significa que los daños se mitagaran o desaparecieran, ya entonces sufría de una extraordinaria disonancia cognitiva que me acompañó toda la vida, hasta hace unos pocos años en los que decidí mirar de frente mi realidad, por doloroso que fuera, en lugar de sólo "lo bueno" para sobrevivir.

La niña que fui, y que aún vive en mi interior, se ha pasado la vida buscando una oportunidad de ser libre, de ser y sentirse amada. Su corazón, hambriento de amor, anhelaba un refugio seguro donde sentirse protegida, un lugar donde pudiera ser simplemente como era. Ha buscado desesperadamente la validación de su existencia, la confirmación de que era digna y valiosa tal como era, sin sentirse inferior ni culpable. Luchaba por liberarse de las cadenas invisibles que la aprisionaban, soñando con un lugar donde encajara sin necesidad de ocultar su esencia. Anhelaba ser aceptada, donde se sintiera incluida y valorada, donde no hubiera nada malo en ella para merecer maltrato, rechazo y abandono. 

Tan simple como eso, tan difícil de alcanzar sin comprender que el verdadero valor reside en uno mismo. Que el amor genuino nace primero en tu interior y se proyecta en ti antes de que provenga de otros. Puedes ser quien anheles simplemente creyendo en ti. Que la perfección reside en ser como eres, con todas tus luces y sombras y no necesitas la aprobación externa para sentirte válido, porque la única validación que realmente importa es la tuya. Equivocarse está bien y no hay nada indecoroso en ello, como también lo está cambiar de opinión si la que tenías ya no se alinea con tus creencias. Que no debes temer ser tú mismo y mostrar al mundo tu verdadera esencia, porque aquellos que se identifican con tu forma de ser se acercarán a ti, y los que no, no merecen tu esfuerzo por convencerlos. Y que los que menosprecian, insultan y difaman a los demás para reafirmar su valor, no tienen ningún honor y no merecen tu atención. Quienes te tratan como inferior, carecen de empatía o recurren a los gritos e insultos, no merecen ni un segundo de tu tiempo sino tu ausencia, porque sentirte suficiente no implica achicar tu mundo para encajar en el de alguien más, del mismo modo que no caminarías en un par de zapatos más estrechos que tus pies, por muy bonitos que sean,  porque pronto acabarías haciéndote daño. Ser suficiente empieza por amarte a ti mismo de tal modo que tengas la confianza de enfrentar todos tus retos, la valentía para admitir tus errores y la sabiduría para aprender de ellos y superarte. Ser suficiente es siempre elegirte a ti primero, estableciendo límites y asegurando que se respeten. Las personas que se pierdan en el camino por no respetar esos límites son insuficientes para ti, y por lo tanto, no son dignos de ti.


Pero todo eso lleva un proceso muy largo. Primero, tuve que entender que yo no fui responsable de lo que me pasó, que la culpa jamás recae sobre la víctima. La responsabilidad recae únicamente en el agresor, quien decide forzar a otro ser humano a un acto tan vil. Una violación no es un acto de deseo, es un acto de violencia, de dominación, de destrucción del otro. Es un ataque brutal a la dignidad humana que jamás debe ser minimizado ni justificado.  Quienes se atreven a culpar a las víctimas por su forma de ser, de vestir, por el "algo habrá hecho" o cualquier otro aspecto, merecen el mismo rechazo que los agresores.

Durante años intenté huir de cada agresión cada vez que me disociaba de la realidad. Traté de escapar de una realidad que no entendía por qué me ocurría, una realidad que me destruía, me llenaba de asco y me obligaba a odiarme y a culparme. Trataba de escapar del dolor creyendo en "la parte buena" de mis agresores, porque era más fácil pensar que yo era la que estaba mal. Ignoré todas las señales de advertencia, no reconocía la maldad y crueldad de aquellas "personas". Me obligué a verlas como normales e inocentes acrecentando la disonancia cognitiva para sobrevivir.

La música era, casi siempre, mi única compañía al volver del colegio. Podía pasarme horas escuchando una y otra vez los viejos discos de Roy Orbison, refugiándome en la maravillosa voz de aquel señor de gafas oscuras que sonreía tímidamente en televisión. También encontraba consuelo en la energía y fuerza de  Elvis Presley, el carácter arrebatador de Tina Turner,  el encanto de Whitney Houston, la poderoso talento y dulce personalidad de Michael Jackson, con quien años después empatizaría profundamente al conocer su terrible historia de maltrato durante la infancia. Más adelante, mi refugio musical se amplió con bandas como Europe, Scorpions, Iron Maiden, Bon Jovi, y un sinfín más. 

La música me hacía soñar y creer que era libre, suficiente, merecedora de cariño, importante, visible, y capaz de cualquier cosa. Pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que no necesitaba soñar para sentir todo eso; ya era todas esas cosas.

Desde los 13 años en adelante, viví en paz. En esas etapas de reclusión y aislamiento, también descubrí mi amor por la lectura, una pasión que aún disfruto hoy. Leía montañas de libros, relatos, cómics... lo adoraba. Era una forma de disociación más divertida en la que, al igual que con la música, podía desconectar del mundo que me rodeaba para viajar a otros y ser testigo de millones de historias que me atrapaban de principio a fin. Con la lectura, también descubrí otros talentos, como escribir mis propios relatos. Lo amaba.

Con el tiempo, descubrí otros hobbies, todos con una base creativa, como el dibujo realista, modelar figuras y la danza. Eventualmente, se me presentó la oportunidad de tocar música, grabar maquetas, hacer conciertos y conocer ese mundo desde otra perspectiva. Durante 12 años, además de vivir mi sueño de formar parte de una banda, también fui parte de la directiva de una asociación musical con la que logramos subvenciones para ayudar a otros jóvenes músicos, organizamos festivales de música con grupos y artistas reconocidos a nivel nacional, y organizamos cursos impartidos por personas increíbles. Año tras año, hicimos realidad multitud de sueños.

Tuve una adolescencia feliz. Allí conocí el significado de la amistad y también del amor, la pasión y el deseo genuinos. Las agresiones sexuales que sufrí en mi infancia no impidió que experimentara el amor pleno, las relaciones sexuales sanas y consentidas, y una estabilidad y plenitud normales. Disociarme de la realidad durante aquella etapa tan horrible me permitió mantener aquellos recuerdos tan dolorosos retenidos y ocultos en algún lugar de mi mente, donde no pudieran estropear con su presencia mi pubertad y gran parte de mi etapa adulta, mi desarrollo personal, académico y profesional. Hasta que, muchísimos años después, una nueva amenaza despertó aquellos recuerdos dormidos y el estrés post traumático que se acumuló desde entonces se desató con fuerza, atacándome con flashbacks de aquellos recuerdos que se habían mantenido ocultos por tantos años. Ahora adquirían un nuevo significado, ya que los procesaba desde la perspectiva de una adulta que resignificaba todo aquello en lugar de la niña que no sabía qué significaba. Fue como vivirlo de nuevo por primera vez. Fue extremadamente doloroso y destructivo. 

Mi mente no pudo canalizar todo aquello. Sentí que todo lo que había vivido hasta ese momento perdía su valor. Se desató un pánico excesivo, la repugnancia y el asco acumulados por años, la vergüenza, la culpa, la destrucción de mi autoestima, la percepción de mí misma y el amor propio. Mi mundo se derrumbó por completo. Y durante años me envolvió la oscuridad más absoluta. Morí en vida, y como describí en la publicación El renacer de la Esperanza, hasta incluso llegué a desear que abandonar este mundo fuera una realidad.

Viví años de tormentosa depresión, una época marcada por la ausencia de sueños y esperanza, y un profundo sentimiento de pérdida. Aunque tardé en comprenderlo, mi alma y mi corazón no estaban listos para rendirse, eso no pasará Mientras Aún Suene la Música.

Como seguramente ya habéis podido advertir, no ha sido fácil para mí describir mi historia y los motivos que me hundieron en un profundo abismo del que me costó años escapar. Esta es mi historia, una que he tratado de evitar toda mi vida porque me sentía la única responsable. Al contarla hoy, estoy enfrentando el miedo con valentía, una herramienta que no creía que podía alcanzar.

Ojalá que, si estás leyendo estas líneas y te sientes identificado/a con algún contenido, puedas sentir que no estás solo/a, sin importar cuál sea la batalla que estés enfrentando ni lo que te empujó a caer en el mismo abismo que yo. Siempre hay motivos para seguir adelante, para enfrentar el miedo, para superar el horror, el dolor o cualquier otro eslabón de esa cadena que te mantiene cautivo/a y a merced de los demonios de la oscuridad.

En próximas publicaciones, quiero compartir el modo en que fui sorteando y superando obstáculos en ese proceso: a qué me aferré, las personas que encontré en el camino y cómo me motivaron para continuar. Quiero contar cómo llegué a donde estoy hoy, aún peleando esa batalla pero decidida a ganar esta guerra. Quizá en esa parte encuentres algunas ideas que te inspiren en tu propio camino.

Hoy me siento muy dichosa. Aunque ya hace un tiempo que decidí romper el silencio con mis seres queridos al hablarles abiertamente de todo esto, hoy siento que me he liberado, al hacer pública mi historia en el blog, de una carga que me hacía pedazos durante años . No quiero despedirme sin antes decir que, si eres víctima de cualquier tipo de maltrato, agresión o abuso, no lo calles, busca ayuda. Lucha por ti, por ser libre y ser feliz.

Encontré una carta preciosa que me encantaría compartir con todos vosotros. Está publicada en la web de la Asociación Española del Trauma Psicológico, te la dejo justo aquí .

Y este otro recurso que también está a tu entera disposición para ayudarte. No alimentes al monstruo con tu silencio.

  • Teléfono de atención a víctimas de violencia sexual: 900 900 120
  • Teléfono: 016
  • Correo: 016-onlinw@igualdad.gob.es 

He habilitado el correo electrónico mientrasaunsuenelamusica@gmail.com, donde también podéis contactar conmigo si así lo queréis. No puedo ofrecer terapia ni la ayuda que un profesional os brindaría, puedo apoyarte, escucharte y motivarte para seguir adelante porque NO estás solo/a.




Habitación 208 - Sôber

Prefiero romperme en mil pedazos
Y meter los trozos en un barco
Por si algún día quiero navegar
Prefiero salir lleno de arañazos
Que vivir esta farsa a tu lado
Y soportar esta traición


Libre quiero estar
Alto quiero volar
Fuera de tu control
Fuera de esta prisión
Fuerte voy a gritar
Lejos quiero llegar
Y de tu locura
Me quiero olvidar
Me quiero olvidar


Salir de esta cárcel de cristal
Correr y nunca más mirar atrás
Lograré despertar aunque todo esté borroso
Porque bajo cada cicatriz que tengo
Hubo algo hermoso


En lo más profundo de mi ser
Encontraré la fuerza que me falta
Para ser fiel a mi voluntad
Aunque me caiga una y otra vez
Sé que nunca lograrás
Que me arrastre y me rinda a tus pies


Libre quiero estar
Alto quiero volar
Fuera de tu control
Fuera de esta prisión
Fuerte voy a gritar
Lejos quiero llegar
Y de tu locura
Me quiero olvidar
Me quiero olvidar


Salir de esta cárcel de cristal
Correr y nunca más mirar atrás
Lograré despertar aunque todo esté borroso
Porque bajo cada cicatriz que tengo
Hubo algo hermoso


A cada paso que doy
Me acerco a mi destino
Dejando atrás mis miedos
Dejando que mi propia luz brille
Dentro de mí


No importa cuántas veces
Me haya derrumbado
Solo llevo la cuenta
De las que yo me he levantado


Salir de esta cárcel de cristal
Correr y nunca más mirar atrás
Lograré despertar aunque todo esté borroso
Porque bajo cada cicatriz que tengo
Hubo algo hermoso

sábado, 4 de mayo de 2024

Cantos de Libertad




¡Hola de nuevo! En mi último post mencioné que tenía otros temas en mente antes de que me topase con esa experiencia que cambió todo. Quiero contaros un poco más sobre lo que me arrastró a esa oscuridad durante tantos años. Todos tenemos nuestras razones que nos han empujado a caer y a querer rendirnos; pueden ser millones de ellas, y hay millones de historias, cada uno de nosotros con la suya personal.

A través de compartir mi experiencia, espero animaros a luchar contra la depresión y encontrar vuestra propia manera de sanar. Recordad, un pasito a la vez. No estáis solos; esos pensamientos que creéis que solo vosotros tenéis, son más comunes de lo que pensáis. Al identificar lo que realmente me sucedió y cómo lo estoy enfrentando desde mi historia, quizás os sintáis inspirados a seguir luchando y no rendiros.

Sé que no es fácil recordar las razones que nos hirieron y derrumbaron. A veces, el simple hecho de pensar en ello nos provoca mucho más dolor al revivirlo a través de nuestros recuerdos. Nos gustaría poder enterrarlos para siempre y dejar de sufrir. Pero a pesar del dolor, es importante enfrentar lo que nos causa daño y heridas, pues es el primer paso para sanar. 

Independientemente de las razones por las que acabamos sumergidos en esa oscuridad, el sufrimiento y dolor es bastante similar para todos nosotros porque, a menudo, sin darnos cuenta, también luchamos contra nosotros mismos y nuestros pensamientos críticos más crueles. Nos conocemos a nosotros mismos a un nivel infinitamente superior a cualquiera. Conocemos mejor que nadie nuestros miedos, lo que nos hiere, lo que nos hace llorar, lo que nos desmotiva, lo que nos provoca mayor daño. Y precisamente esto es debido a que también somos los únicos que mejor conocemos lo que nos motiva, lo que nos emociona, lo que nos hace felices, todo nuestro potencial humano, intelectual, emocional y sentimental; los únicos que conocemos plenamente nuestras metas, nuestros sueños, nuestras carencias y dependencias. Así que somos extraordinariamente buenos y mejor que cualquier otro para saber cómo atacarnos a nosotros mismos y autodestruirnos.

Este conocimiento tan íntimo de nuestras debilidades y fortalezas puede ser tanto una maldición como una bendición. Fijaos como algunas veces somos capaces de usar todo nuestro potencial y habilidades cuando se trata de ayudar a hacer cumplir los sueños y objetivos de los demás, mostrándonos muy eficaces al enfocar nuestro potencial hacia lo externo, hacia ellos. Sin embargo, esa misma habilidad se transforma en autocrítica cuando se dirige hacia lo interno, hacia nuestras propias metas, entonces nos enfocamos en nuestras carencias y debilidades, convirtiéndonos en nuestro crítico más cruel e implacable y evitando así que luchemos por cumplir nuestros sueños. Es entonces cuando escuchamos esa voz crítica enumerando una lista de razones por las que no debes intentarlo, quizá porque eres muy mayor ya, o no tan listo como los demás, o porque nos dice que no tenemos las agallas ni lo que hay que tener. Esa voz nos habla desde el odio y desprecio más intenso para mantenernos quietos, para que no demos ese primer paso hacia lo que realmente deseamos. Y fijaos lo presente que está esta voz crítica cuando se trata de luchar por salir de la depresión. A menudo, en esos momentos de oscuridad, es cuando más fuerte se escucha, diciéndonos que no vale la pena intentarlo, que siempre estaremos atascados en este estado, o que no merecemos sentirnos mejor. Estas afirmaciones son especialmente peligrosas porque pueden hacer que nos sintamos aún más aislados y desesperanzados.

Es esencial, entonces, armar un arsenal de técnicas y estrategias para combatir esta voz negativa. Puede empezar con algo tan simple como reconocer que esos pensamientos son parte de la enfermedad, no reflejos de la realidad.

Esta voz no define la verdad de quiénes somos ni de lo que somos capaces. Es solo un eco de nuestras inseguridades más profundas y no una representación precisa de nuestras capacidades. La clave está en aprender a desafiar esa voz, a cuestionarla y, finalmente, a transformarla en algo que nos impulse en lugar de reteniéndonos. Sabed que esa voz la escuchamos todos. Nos humilla, nos habla de vergüenza, de ridículo y de incapacidad, no es algo exclusivo y único. Al ser capaces de hablar de ello también la estáis enfrentando. Al descubrir que hay muchas otras personas que también están sometidas a esa misma voz, también la estáis debilitando.

Al compartir nuestra experiencia, nos ayudamos a nosotros mismos. Quiero recordaros que aunque los comentarios en cada post no son visibles para todos, sí me llegan cada vez que enviáis uno. Me siento profundamente agradecida y valoro cada mensaje que recibo. 

Si sentís la necesidad de compartir algo, ya sea una historia personal, un desafío que estéis enfrentando, o simplemente queréis hablar de cualquier tema, siempre podéis contactarme a través de estos comentarios. Me comprometo a escucharos y ayudar en todo lo que pueda, dentro de un marco de respeto y confianza mutua. Este es un espacio seguro donde vuestras voces pueden ser escuchadas sin temor y con total confidencialidad. Estoy aquí para apoyaros y acompañaros, ofreciendo un oído atento y un corazón abierto.

El propósito de compartir mi historia es que vosotros también podáis identificar situaciones similares o iguales y de ese modo comprender no solo que no es algo que os sucede únicamente a vosotros, sino quizá obtener una mejor comprensión de lo que os sucede y eso os inspire a encontrar formas de combatirlo. Al ver reflejadas vuestras propias experiencias en las mías, tal vez podáis empezar a sentir menos aislamiento y más esperanza, porque los desafíos emocionales y mentales son universales, no señales de debilidad o defectos personales. Al abrirme sobre mis luchas, quiero ofreceros un espejo en el que podáis ver vuestra fortaleza y resiliencia reflejadas. Es fácil sentir que nuestras batallas internas son únicas y que nadie más puede entenderlas, pero la verdad es que la mayoría compartimos estos mismos sentimientos, pero los callamos. Al comprender que estos problemas son comunes, podéis sentir más confianza para buscar ayuda y hablar abiertamente sobre vuestras experiencias.

Os animo profundamente a hacerlo.

He decidido compartir mi historia dividida en varios posts. El tema, profundo y complejo, merece ser tratado con el máximo cuidado y atención al detalle. Quiero tomar el tiempo necesario para describir situaciones, sentimientos y emociones que he vivido, de manera que pueda hacer justicia a cada aspecto de la experiencia.

Me siento preparada aunque sé de antemano que no va a ser fácil.

En cada entrada, iré aportando un poquito más de esa historia, vinculando mis experiencias personales con la información que he ido recopilando sobre ello a lo largo de los años. Esta información ha sido crucial para entender mejor lo que sucedió y, sobre todo, para comprender las secuelas que dejó en mí. Mi objetivo no es solo relatar lo que ocurrió, sino también mostrar cómo enfrento y continúo enfrentando estas secuelas, compartiendo las estrategias que me están ayudando a avanzar hacia la superación

Como este viaje que compartimos es tanto vuestro como mío, os invito a interactuar conmigo a través de los comentarios y compartir vuestras propias experiencias o pensamientos que os recuerdo que están ocultos y solamente yo puedo verlos. Vuestros relatos y perspectivas son valiosos, y juntos podemos construir un espacio de apoyo. 

Este es solo el comienzo, y cada post que sigue profundizará más en las diferentes etapas y las lecciones aprendidas en el camino. Espero que os unáis a mí en esta travesía.

Estamos juntos en esto, paso a paso.


Fausto Taranto ft. Manuel Martínez (Medina Azahara) - Otra Letra Más

Otra letra más que se escribe sola sin necesidad, Otra lengua más que se seca porque no le queda nada que contar. Otro día más que sol sale por costumbre y tú no quieres despertar, Otro cante más que sustituye mis ganas de llorar. Vuelvo a repetir las palabras en un folio que no me atrevo a decir Vuelvo a dividir las raciones del veneno que guardabas para mí Y mi soledad yo le pido que me deje solo con mi soledad Y otro día más que yo canto porque no puedo llorar Lo poco que supe de mi realidad La fe que preocupe demuestra tu debilidad Lejos del veneno de los cielos Bebo por no encontrar el consuelo Mientras sus abuelos rezan credos Mientras no me tire de los pelos Salgamos de nuestra espiral Con o sin perdón no habrá nadie vivo o muerto que me entregue mi razón Rojo el corazón yo venero a quién me falta quien aun siento en mi interior Y mi soledad yo le pido que me deje solo con mi soledad Y otro cante más que sustituye mis ganas de llorar Lo poco que supe de mi realidad La fe que yo tuve, tu debilidad. Otra letra más que se escribe sola sin necesidad

domingo, 31 de marzo de 2024

El Renacer de la Esperanza






Inicialmente, tenía la intención de comenzar este post de manera distinta y abordar otros temas. Sin embargo, hace apenas una semana, asistí al 30 Aniversario de Sôber + Savia + Skizoo en la Sala Mamba de Murcia, y viví un momento completamente inesperado. Experimenté una sensación que me hizo recordar una parte oscura del pasado, un tiempo que se mantenía oculto en algún rincón de mi memoria

Este fenómeno ocurrió durante la actuación de Morti y su interpretación del tema "Algún día", de Skizoo. Fue entonces cuando recordé que en el pasado había danzado con la muerte.

Hace algunos años, me encontraba en una sala de urgencias, con una mascarilla de oxígeno, conectada a un monitor y recibiendo sueros,  médicos colocando más catéteres, inyectando broncodilatadores y observando mis constantes vitales con cierta preocupación, mientras mi mente estaba dominada por esa misma canción una y otra vez. De repente, era como si yo misma me hubiera convertido en la chica del videoclip.

Durante el concierto, mientras la canción resonaba y Morti ofrecía una interpretación espectacular, de repente, no pude evitar reflexionar sobre cómo había llegado a esa situación en el pasado. Y justo en ese momento, como si estuviera predestinado, Morti hizo contacto visual conmigo... Y entonces pronunció aquella frase mágica que parecía contener todas las respuestas: "De silencio está hecho el disfraz que nos impide superar el miedo". 

Fue como si esas palabras resonaran en lo más profundo de mi ser, iluminando el camino, desbloqueando un recuerdo que permanecía escondido desde hacía mucho tiempo. En ese preciso instante,  tras el flashback, las lágrimas brotaron de mis ojos, como si fueran un torrente. Sentí que esas palabras resonaban en las fibras más sensibles de mi alma, como una melodía que despierta recuerdos enterrados y emociones guardadas en lo más profundo de mi ser, y que habían estado olvidados por años. Fue como si cada palabra de aquella frase fuera una llave que abría las puertas de mi corazón, liberando una cascada de sentimientos que había permanecido latente durante tanto tiempo y permitiéndome ver a un atisbo de mi pasado no tan lejano.

Silencio y  Miedo, dos de los enemigos más despiadados para quienes alguna vez hemos vagado por las sombras. Son como compañeros oscuros que acechan en los rincones más profundos de la mente, tejiendo telarañas de dudas y temores que te hacen prisionero de tu propia oscuridad, son esas cadenas invisibles que te mantienen anclado en ese agujero oscuro, impidiéndote salir.

 Yo era su cautiva, viviendo sometida a la soledad. Recordé, por un momento, aquella sensación de derrota y el dolor intenso que invadía cada rincón de mi ser. Cada intento por encontrar una razón para luchar resultaba en vano. Cada día me sentía más derrotada, más sola, más hundida. Los días y las noches se volvían iguales, un martirio cada vez más intenso de mi propia agonía sin esperanza.

El silencio me anclaba cada vez más en ese abismo donde el miedo me torturaba de manera permanente. La ausencia de otros sonidos solo dejaba espacio para los pensamientos oscuros que atormentaban mi mente, convirtiéndose en una prisión sin puertas ni ventanas. Era como si el silencio mismo se aliara con el miedo para mantenerme atrapada en un ciclo interminable de desesperación.

Fue entonces cuando solo vi una salida posible: dejar de existir.

Hacía tiempo que notaba que perdía facultades. Ya no podía caminar con normalidad, dormir se volvía un desafío y tragar alimentos o líquidos representaba un riesgo constante de ahogamiento. La capacidad de hablar, expresarme y comunicarme con otras personas se desvaneció, alejándome cada vez más de cualquier forma de relación interpersonal. Me sentía atrapada en un cuerpo que no respondía a mis deseos ni necesidades, sumergida en una sensación de aislamiento continuo. Poco a poco, sentía que me iba apagando, adentrándome cada vez más en la oscuridad de mi propio deterioro. En mi mente solo había dolor, sin pensamientos coherentes ni salidas. Estaba permanentemente atrapada.

La idea de rendirme se había arraigado como una decisión firme. Era como si esa opción se hubiera convertido en un eco constante, resonando en cada pensamiento y acción, ganando cada vez más fuerza, envolviéndome en su oscura influencia. No luchaba contra ella porque no lo deseaba, y la sensación de derrota se volvía cada vez más abrumadora, hasta el punto en que la idea de dejar de existir parecía ser la única salida posible frente a mi dolorosa realidad.

Pedir ayuda ya no parecía una opción viable; en mi interior, la voz del miedo me susurraba que el silencio era la mejor respuesta. Me mostraba un abanico de sucesos aterradores que podrían desencadenarse si tan solo me atrevía a compartir mi situación con alguien más. Y yo le creía... Por supuesto, pues esa voz era mi única compañía en aquel abismo de desolación. Sé que no es fácil entenderlo, al igual que es difícil describirlo, pero cuando te sientes bajo el yugo de la depresión y la derrota personal, la palabra "esperanza" parece perder todo su significado.

El miedo me mostraba el impacto que podrían tener mis palabras sobre las demás personas. Podía ver con claridad multitud de escenarios posibles, todos decadentes, todos fatales y terribles. En todos ellos, era yo la causante, culpable y única protagonista de tanta desgracia.

¿Ves lo que podría pasar si hablas? - Decía esa voz - ¿Quién va a creerte? ¡Nadie! Todos te verán como la única responsable.

Y yo le creía..

Eres una carga para los demás, una molestias para quienes te rodean - Decía otras veces - ¿Quién va a creerte? Tu testimonio no tiene validez, no te creerá nadie. Te juzgarán como la única culpable, todos te rechazarán y el mundo seguirá girando. Nadie se preocupa por ti...

Y yo asentía...

Tienes razón - pensaba, dejando que la oscuridad del autoengaño y la autocrítica se apoderaran aún más de mi mente.- Tienes razón - me decía yo sumergiéndome en la creencia de que nadie me entendería. A lo que el miedo respondía:  ¿Lo ves? Es mejor guardar silencio.

Y yo callaba...

Tengo recuerdos difusos de aquel tiempo; a veces vagaba por la casa, sola, como un fantasma. Los días y las noches se extendían hasta el infinito, pero también lo hacían las horas, los minutos y los segundos... Recuerdo abrir los ojos y encontrarme rodeada por la oscuridad, apenas unos hilos de luz amarilla artificial se filtraban a través de la persiana. Parpadeaba y de repente la luz se volvía blanca y natural, acompañada de voces y sonidos provenientes de ese otro lado de la realidad. La noche y el día se resumían a un simple parpadeo, como si el tiempo se desvaneciera entre destellos de luz y sombra. El resto del tiempo dormía sin soñar, solo silencio. No recuerdo mucho más, ni siquiera el tiempo que pasé presa de esa interminable pesadilla.

Había notado que desde hacía semanas que me faltaba el aliento. Poco a poco, mi respiración fue empeorando y mi organismo comenzó a resentirse por la falta de oxígeno. Pero lo que en un principio parecía una ligera molestia por la falta de movilidad y cuidados, no tardó en avanzar hasta convertirse en sonidos y silbidos cada vez más fuertes con cada respiración junto con cansancio extremo. Cada bocanada indicaba una evidente falta de oxígeno, y me di cuenta de que lo que fuera que me estaba sucediendo era mucho más grave y estaba, literalmente, asfixiándome. Entonces, la palabra "esperanza" empezó a adquirir otros significados más siniestros en mi mente: La resistencia de mi corazón ante la escasez de oxígeno se convirtió en incertidumbre,  ¿Cuánto tiempo podría aguantar mi corazón funcionando a pleno rendimiento con falta de oxígeno? ¿Y cuanto tardaría en detenerse del todo? De repente lo vi claro, solo era cuestión de esperar y no hacer nada.

Todos los intentos de mis seres queridos por ayudarme o convencerme de acudir al médico cayeron en saco roto. En mi mente, sus súplicas adquirían un significado distinto. ¿Cómo podían pedirme que continuara viviendo en esa agonía un minuto más? ¿Para qué entonces querían que acudiera al médico? Yo no era consciente del dolor que mi estado les causaba, porque estaba convencida de que era un estorbo para ellos, una carga y nada más. Cuánta frustración debieron sentir al ver que no les escuchaba y me rendía, cuanta impotencia en cada intento fallido por llegar a mí, por hacerme entender que aún había esperanza, que podía encontrar ayuda y salir adelante. Pero yo estaba tan inmersa en mi propia desesperación que no podía ver más allá de mis propias sombras. Algún día me gustaría conocer esa otra parte de la historia, la que ellos vivieron. Entender sus esfuerzos por ayudarme y cómo se sintieron al ver que me rendía contra mis propios demonios. Esa parte se mantenía invisible a mis ojos. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que mi propia mente me engañó haciéndome creer que estaba sola en esta lucha. No estaba sola, había personas que me amaban y estaban dispuestas a enfrentar mis batallas junto a mí. Nunca estuve sola.

Cuando mi pecho empezó a arder con cada bocanada de aire y esta no alcanzaba a llenar ni una tercera parte del oxígeno que demandaba mi cuerpo, supe que estaba cerca de lograr mi objetivo, tal vez solo estuviera a unos pocos días. Ya no dormía y no había postura lo suficientemente cómoda que me permitiera dormir dos horas seguidas sin despertar con espasmos por la falta de aire, mi respiración se reducía a una sinfonía de silbidos. Ni siquiera era capaz de tragar saliva. Cualquier movimiento, por leve que fuera, se convertía en cansancio y fatiga extremos, con las pulsaciones disparadas. Me sentía como un pez fuera del agua, luchando por respirar.

Era ya de noche cuando sentí que alguien me acariciaba, me hablaban... Podía escuchar su voz agitada rogándome que le permitiera llamar a un médico, pero como siempre, mi respuesta automática era "no". La voz seguía hablando, pero yo ya no podía entenderle... pasos que se alejan y de nuevo silencio.

Y entonces, algo mágico pasó.

Fue como una chispa de luz diminuta, apenas duró una milésima de segundo, pero lo suficientemente brillante como para provocar un recuerdo escondido en algún rincón de mi mente. En él, podía ver a esa Isabel del pasado... De pronto ya no era uno solo, eran múltiples recuerdos encadenados de mí misma de años atrás; con mis seres queridos, con amigos, la música...La voz de mi madre,  aquel primer concierto, la sensación de patinar de nuevo, la vez que confundí la sal con azúcar en el bizcocho y mi padre fingió comerlo como si nada para no herir mis sentimientos, Silas jugando conmigo al pilla pilla por toda la casa, Euterpe, aquel salto en parapente.... No fue como ver pasar mi vida ante mis ojos, sino como si mi mente, que durante todo ese infinito tiempo parecía estar a oscuras y sin recuerdos, estuviera luchando por no rendirse. Protestaba ante lo casi inminente y comenzó a desplegar imágenes aleatorias de aquella vida que apenas recordaba ya, y que, si nada lo impedía, estaba a punto de perder. Era como si un último esfuerzo de mi ser tratara de recordarme quién era antes de que todo acabara para mí... Y ese disparo de luz me hizo desear volver a esa vida.

Cuando la voz de Ramón volvió a suplicar que le dejase ayudarme, le respondí "¡Sí!" a pesar de todos mis temores.

El silencio alimenta al miedo y este mata toda esperanza. Es como si en la ausencia de palabras para pedir ayuda, el miedo encontrara su terreno fértil para crecer y expandirse, ahogando cualquier posibilidad que pudiera haber existido. Es ahí donde se vuelve más poderoso, más opresivo, hasta que finalmente eclipsa cualquier oportunidad de encontrar una salida.

Es difícil, lo sé, pero el único modo de salir de ahí es cuando ignoras tu miedo lo suficiente como para pedir ayuda. En esas décimas de segundo posteriores, todo cambia y las voces que te llenan de amargura desaparecen. Es como si un destello diminuto rompiera la oscuridad, permitiendo que la luz penetre. Es un acto de rebeldía, el primer paso hacia la posibilidad de una nueva vida, una donde el miedo ya no tiene el poder de dictar tu destino. 

Atrévete, a pesar de tu miedo, y te sentirás valiente. - (William James)

Pedir ayuda es desafiar al miedo y ganarle la partida.

Ese no fue el final de la oscuridad, en realidad fue como resucitar. Aún me esperaba un largo y angosto camino que recorrer entre claroscuros y tinieblas, pero ahora sabía que podía encontrar pequeñas chispas de luz que me motivaran a seguir dando pasitos en mi lucha por la superación personal.

Si estás leyendo este post y te has sentido identificado, recuerda que siempre hay esperanza de un nuevo comienzo mientras no permitas al miedo convencerte de que te rindas. Busca ayuda.







domingo, 17 de marzo de 2024

Más allá de la Sombra


Se diría que para entender la depresión de manera más simple, implica hablar de cómo cambia casi todo en la vida de una persona. Imagina no poder disfrutar ni de las pequeñas cosas, sentirte constantemente cansado y sin ganas de hacer nada, incluso lo que antes te encantaba. Es como si tuvieras un filtro gris permanente ante tus ojos, haciendo que todo parezca sin esperanza y vacío. La depresión afecta cómo comes, duermes, te relacionas con otras personas y hasta cómo piensas en ti mismo, llenándote de dudas y haciéndote sentir solo, aun rodeado de gente. Además, te hace sentir físicamente mal, con dolores que no tienen explicación médica. No es simplemente estar triste; es llevar una carga pesada que toca cada aspecto de tu vida, dificultando ver las soluciones y alejándote aún más de quienes podrían ayudarte.

Más allá de afectar la capacidad de hablar con fluidez y la velocidad en los movimientos, invade la esfera emocional profunda, llevando a una sensación constante de desolación y desinterés por la vida. Este estado mental disminuye el placer en actividades que antes te encantaban y puede alterar significativamente patrones alimenticios y de sueño, llevando a una fatiga persistente. La autoevaluación negativa se intensifica, aumentando sentimientos de culpa y devaluación personal.

Los problemas de concentración y decisión se vuelven barreras adicionales, complicando las tareas diarias y laborales, y los pensamientos suicidas pueden emerger como una señal alarmante de su gravedad.

Imaginar la depresión emocionalmente, es como estar atrapado en una tormenta perpetua sin un refugio a la vista. Es sentir el peso del mundo en tus hombros, pero tus pies están demasiado anclados al suelo para moverte. Es un susurro constante de duda que apaga las voces de la alegría y la esperanza. La soledad te envuelve incluso en una habitación llena de gente, y cada día se siente como una batalla solo para mantener la cabeza fuera del agua.

Es como caminar con una nube oscura sobre la cabeza, que solo tú puedes ver. Es sentirse desconectado de las sonrisas y las risas que resuenan a tu alrededor, como si estuvieras en el otro lado de un vidrio empañado. Cada intento de escapar de la tristeza parece inútil, y el futuro aparece como un camino sin destino claro, sumido en la bruma. La lucha interna se siente solitaria, un eco en un valle vacío. 

Imagina que cada recuerdo feliz es como una estrella que lentamente pierde su brillo en el firmamento de tu mente. Estás en una constante búsqueda de un rayo de luz en la oscuridad, un susurro de esperanza en el silencio. Pero incluso rodeado de amor, te sientes aislado, como si estuvieras atrapado detrás de una barrera invisible que te separa del calor y la conexión. Es una lucha silenciosa por recordar cómo se siente realmente vivir, no solo existir,  puede sentirse como una serie de despedidas silenciosas a partes de ti mismo que creías inquebrantables. Cada esfuerzo por conectarse con los demás se siente como hablar en un idioma olvidado, donde las palabras pierden su significado antes de alcanzar oídos ajenos. Es un ciclo de días que se funden unos con otros, en una monotonía que sofoca el espíritu, haciendo que incluso las pequeñas tareas se sientan como montañas insuperables.

El tiempo mismo se distorsiona, avanzando demasiado rápido o arrastrándose lentamente, haciéndote sentir desincronizado con el mundo que te rodea. Es como si la vida se desarrollara a través de una lente borrosa, donde cada intento de claridad requiere un esfuerzo hercúleo. Esta experiencia se acompaña de una fatiga emocional profunda, donde incluso los actos de cuidado personal se convierten en desafíos inmensos. La depresión no solo te roba la luz; oscurece cada rincón de esperanza, haciendo que el acto de buscar ayuda parezca un viaje imposible.

He caminado por esa oscuridad profunda, donde cada día se sentía como una batalla interminable contra mi propia sombra. Sé lo que es mirar al mundo a través de un velo de desesperanza, donde la risa parece un recuerdo distante y la felicidad, un sueño irrealizable. Pero también he aprendido que en el corazón de esa oscuridad, hay destellos de luz esperando ser encontrados. Compartiré mi historia no desde un lugar de derrota, sino desde un espacio de entendimiento y esperanza, deseando extender mi mano a aquellos que aún luchan, para decirles que no están solos y que el camino hacia la luz, aunque tortuoso, es posible.

Si tú también te identificas con esta oscuridad y desolación, espero que mis palabras te motiven a seguir adelante, recordándote que no estás solo en este camino. Hay esperanza y una vida llena de luz esperándote, a pesar del doloroso viaje a través de la oscuridad. 

Y si nunca has vivido esto pero conoces a alguien que sí, ojalá puedas entender mejor su lucha. Sé empático y compasivo; incluso los gestos más pequeños de afecto pueden iluminar nuestros días más oscuros, adquiriendo un valor incalculable. Pequeñas acciones de apoyo, como simplemente ofrecer tu presencia, pueden marcar una gran diferencia. Si conoces a alguien lidiando con la depresión, aunque no sea un familiar cercano, te animo a mostrar comprensión y a valorar el enorme impacto que los pequeños gestos de amabilidad pueden tener. Una sonrisa, un saludo afectuoso o simplemente escuchar, pueden ser luces en la oscuridad para quien atraviesa este difícil camino. Nunca subestimes el poder de tu empatía y compasión; en momentos de profunda tristeza, tu apoyo puede ser el faro que guíe a alguien de vuelta a la esperanza.

jueves, 8 de febrero de 2024

✨ Luz interior - Carta de Amor Propio ✨


 ¡Dios mío! Pero qué... ¿Qué te ha pasado? ¡Estás sangrando!

Oh, cariño, veo que tu corazón está roto... Pero tranquila, ahora estoy aquí. Ya no estarás sola en esto.

Llora todo lo que necesites, deja que el alivio bañe tu dolor. No hay vergüenza en tus lágrimas; son prueba de tu fortaleza y humanidad.

Sé que estás sufriendo, pero ahora me tienes a mí. Juntas, vamos a sanar estas heridas.

Observo las cicatrices en tu cuerpo, testimonios de batallas pasadas...

Hay nuevas heridas... Esta vez viste venir el golpe pero dudaste de su realidad. A veces, es difícil reconocer la traición, especialmente cuando se disfraza de bondad.

Es cierto, hay quienes intentan opacar tu brillo, guiados por la amargura o el dolor propio. Utilizan la manipulación, disfrazada de honestidad, para hacerte dudar de tu valor.

Pero aquí está la verdad: eres suficiente. Más que suficiente. No dejes que te hagan creer lo contrario. No permitas que te rompan. 

Tú eres fuerte, resiliente, y capaz de reconstruirte, incluso más brillante que antes.

Esos seres, perdidos en su propia oscuridad, no tienen sentimientos. No malgastes tu energía intentando cambiarlos o salvarlos. Tu camino es de luz, y no todos están preparados para aceptarla.

Pero recuerda, siempre habrá aquellos cuya propia luz resuena con la tuya.

Aquellos que te miren y vean tu luz, y se alegren de tu prosperidad, son las personas adecuadas. Están hechos de la misma sustancia, del mismo fuego vital que arde en tu interior.  Son los que realmente merecen un lugar en tu vida

Yo estaré aquí, seré tu fuerza para seguir adelante y enfrentar el miedo. Y si este miedo es muy grande, seré tu coraje. Seré el respeto y amor que ponga límites para que nadie pueda romperte otra vez. 

No estás sola.

Sé siempre tú misma. No necesitas ni permitas cambiar para encajar en las expectativas de nadie. No te avergüences de tu grandeza.

No lo olvides, tu luz es tu mayor regalo. En momentos de oscuridad, es ella quien te guiará. Cuida de ti, ámate con toda la intensidad que mereces, y nunca jamás permitas que nadie te haga dudar de tu brillo.

Eres increíble tal y como eres. Con cada herida, has ganado sabiduría y fuerza. Son marcas de tu capacidad para superar y seguir adelante, más sabia, más fuerte, y más brillante.

Así que, levántate. Seca tus lágrimas. Mira hacia adelante con la cabeza alta. Estás destinada a una hermosa vida llena de grandes cosas. 

Y recuerda, siempre estaré aquí para ti, apoyándote, creyendo en ti, amándote. Juntas, no hay herida que no podamos sanar, no hay oscuridad que no podamos iluminar.


Con amor,
Isabel.💖


domingo, 7 de enero de 2024

La noche más larga

 La noche más larga



Regresar a este blog es como abrir una cápsula del tiempo: un encuentro con mi yo pasado que ni yo misma reconocía...

Hace ya varios años que no escribo aquí, en este tiempo he escrito para otros foros, redes sociales y webs pero no este, mi blog. Hoy me decidí a volver y me sorprendió leer a mi yo de aquel tiempo, sus pensamientos, sus ideas. Ha sido casi como si no reconociera a esa otra Isabel, esa otra versión mía que vivía allá por 2017 y que sentía la necesidad de expresarse de aquella forma. Poco sospechaba entonces de que las cosas cambiarían tanto. 

Para los que solían leer mis entradas, puede que les extrañase mi marcha y se pregunten qué la motivó, para los que no me han leído nunca, espero que en estas líneas encontréis algunas razones para continuar haciéndolo.

Mucho ha pasado desde aquella última entrada. Verdaderamente ha sido, como dice la canción de Sôber, La noche más larga. En estos años de silencio, he atravesado mares de cambios, cada ola redefiniendo quién soy y lo que creo

Tras releer todas las entradas antiguas, he decidido ocultarlas (al menos por el momento) y dar una nueva imagen al blog con el propósito de reflejar de una mejor manera mi evolución y crecimiento personal en mi noche más larga.
La idea no es sólo compartir estas vivencias, quisiera creer que puedan servir de ayuda a otras personas que también atraviesan su noche oscura, e insuflarles esperanza y ánimos para continuar buscando su propio amanecer, lleno de luz, donde escribir nuevos capítulos de sus vidas, lejos de tinieblas y oscuridad.
Es precisamente esto lo que yo anhelaba descubrir cuando me encontré sumergida en las sombras, cuando la penumbra de mi mundo se tornó en una oscuridad abrumadora y apenas podía discernir los contornos de la vida que me rodeaba. Créeme, las pequeñas chispas de luz hacen una gran diferencia.

Si decides quedarte en esta nueva etapa del blog, juntos descubriremos que incluso la noche más larga cede paso al amanecer.